La Santísima Virgen María nace para ser la madre del Salvador del mundo, para ser nuestra madre espiritual y para ser la más santa de las criaturas de Dios. Ella fue concebida y nació inmaculada y llena de gracia, por los méritos infinitos de su Hijo. Es importante que nosotros estemos consientes de que todas las gracias que recibimos es a través de la Santísima Virgen María por ser la reina del cielo y de la tierra. Y que además, por la voluntad de la Santísima Trinidad, a través de la Virgen María todos los creyentes recibimos el don de la fe.
El día 8 de septiembre celebramos el nacimiento de María, el mismo día donde termina el verano y comienza el otoño; exactamente nueve meses de la festividad de la Inmaculada Concepción de María. Sin embargo, debido a su proximidad con la fiesta de la Asunción de María, la Natividad de María no se celebra hoy con la misma solemnidad, como la de la Inmaculada Concepción. Así que hagamos este día muy importante para nosotros porque con su nacimiento se inició el camino de la salvación del mundo, o sea de todos nosotros.
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