Lectura(s) de hoy: Sabiduría 1:13-15,2:23-24, 2 Corintios 8:7, 9, 13-15, Marcos 5:21-43
«Lecturas del Domingo»
PRIMERA LECTURA
Ahora toma el partido de los malvados
y camina con los hombres impíos.
Job ha dicho: “El hombre no saca provecho
con estar en gracia de Dios.”
Por eso, ustedes que saben pensar, escúchenme:
Lejos de Dios el mal,
y del Omnipotente, la injusticia.
Porque él retribuye la obra del hombre
y trata a cada uno según su conducta.Porque Dios no hizo la muerte, y no le gusta que se pierdan los vivos. El creó todas las cosas para que existan; las especies que aparecen en la naturaleza son medicinales, y no traen veneno ni muerte. La tierra no está sometida a la muerte, pues el orden de la justicia está más allá de la muerte.
Pero Dios creó al hombre a imagen de su propia naturaleza, y y para que fuera inmortal. La envidia del diablo introdujo la muerte en el mundo, y la experimentan los que toman su partido.
SEGUNDA LECTURA
Y ustedes que sobresalen en todo: en dones de fe, de palabra y de conocimiento, en entusiasmo, sin hablar del amor que me profesan, traten de sobresalir también en esta obra de generosidad.
Ya conocen la generosidad de Cristo Jesús, nuestro Señor, que, siendo rico, se hizo pobre por ustedes para que su pobreza los hiciera ricos.
No se trata de que otros tengan abundancia y que a ustedes les falte, sino de que haya igualdad. Ustedes darán de su abundancia lo que a ellos les falta, y ellos, a su vez, darán de lo que tienen para que a ustedes no les falte. Así reinará la igualdad. Lo dice la Escritura: Al que tenía mucho no le sobraba y al que tenía poco no le faltaba.
EVANGELIO
Jesús, entonces, atravesó el lago, y al volver a la otra orilla, una gran muchedumbre se juntó en la playa en torno a él. En eso llegó un oficial de la sinagoga, llamado Jairo, y al ver a Jesús, se postró a sus pies suplicándole: «Mi hija está agonizando; ven e impón tus manos sobre ella para que se mejore y siga viviendo».
Jesús se fue con Jairo; estaban en medio de un gran gentío, que lo oprimía. Se encontraba allí una mujer que padecía un derrame de sangre desde hacía doce años. Había sufrido mucho en manos de muchos médicos y se había gastado todo lo que tenía, pero en lugar de mejorar, estaba cada vez peor. Como había oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y le tocó el manto. La mujer pensaba: «Si logro tocar, aunque sólo sea su ropa, sanaré». Al momento cesó su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba sana.
Pero Jesús se dio cuenta de que un poder había salido de él, y dándose vuelta en medio del gentío, preguntó: «¿Quién me ha tocado la ropa?» Sus discípulos le contestaron: «Ya ves cómo te oprime toda esta gente ¿y preguntas quién te tocó?» Pero él seguía mirando a su alrededor para ver quién le había tocado. Entonces la mujer, que sabía muy bien lo que le había pasado, asustada y temblando, se postró ante él y le contó toda la verdad.
Jesús le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda sana de tu enfermedad».
Jesús estaba todavía hablando cuando llegaron algunos de la casa del oficial de la sinagoga para informarle: «Tu hija ha muerto. ¿Para qué molestar ya al Maestro?» Jesús se hizo el desentendido y dijo al oficial: «No tengas miedo, solamente ten fe». Pero no dejó que lo acompañaran más que Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago.
Cuando llegaron a la casa del oficial, Jesús vio un gran alboroto: unos lloraban y otros gritaban. Jesús entró y les dijo: «¿Por qué este alboroto y tanto llanto? La niña no está muerta, sino dormida».
Y se burlaban de él. Pero Jesús los hizo salir a todos, tomó consigo al padre, a la madre y a los que venían con él, y entró donde estaba la niña. Tomándola de la mano, dijo a la niña: «Talitá kumi», que quiere decir: «Niña, te lo digo, ¡levántate!».
La jovencita se levantó al instante y empezó a caminar (tenía doce años). ¡Qué estupor más grande! Quedaron fuera de sí. Pero Jesús les pidio insistentemente que no lo contaran a nadie, y les dijo que dieran algo de comer a la niña.
Rezar: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
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