“Al entregar a su Hijo por nuestros pecados, Dios manifiesta que su designio sobre nosotros es un designio de amor benevolente que precede a todo mérito por nuestra parte: «En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados» (1 Jn 4:10; cf. Jn 4:19). «La prueba de que Dios nos ama es que Cristo, siendo nosotros todavía pecadores, murió por nosotros» (Rm 5:8)” (Catecismo de la Iglesia Católica, 604).
Oración
Creo y confieso, mi Jesús crucificado,
que tú eres verdadero Hijo de Dios y mi Salvador.
Te agradezco la muerte que por mí has sufrido
para obtenerme la gracia y la vida de Dios.
Amado Redentor mío, a ti te debo la salvación
y el haber sido librado del infierno.
Por ti he recibido el perdón de mis pecados.
Pero yo, ingrato, en vez de amarte, te he ofendido.
Merecía estar condenado y no poder amarte más.
Jesús mío, dame cualquier castigo menos éste.
Si no te amé en lo pasado, ahora te amo
y no deseo más que amarte.
Sin tu ayuda no puedo nada.
Ya que me mandas que te ame, dame la gracia
de cumplir tan dulce y amable precepto.
«Todo lo que queráis, pedidlo y se os concederá».
Confiado en esta promesa, amado Jesús mío,
te pido el perdón de todos mis pecados,
de los que me arrepiento sobre todo otro mal.
Te pido, bondad infinita,
la santa perseverancia hasta la muerte.
Por eso quieres que tengamos tan gran confianza
en los méritos de Jesús y en la intercesión de María.
Pero esta confianza es gracia grande
que tú concedes a todos los que quieres salvar.
Yo te pido esta confianza grande
en la sangre de Jesús y en María mi intercesora.
Y te lo pido por los méritos de Jesucristo y de María.
Ahora me dirijo a ti, amado Redentor mío.
Has sacrificado tu vida en la cruz
para conseguir de mí, tan digno de castigos,
esta confianza total en tus merecimientos.
Consigue al fin el bien por el que has muerto.
Haz que yo todo lo espere confiado en tu pasión.
María, Madre y esperanza mía después de Jesús,
consígueme firme y tierna confianza
en los méritos de Jesús y en el poder de tus súplicas,
tan poderosas que todo lo obtienen del Señor.
Amado Jesús mío y dulce madre María,
a vosotros confío y consagro el alma mía.
Vosotros que tanto la amáis,
apiadaos de ella y salvada.
Amén.
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