Según la ley de Dios, dada por Moisés a los Judíos, estipulaba que la madre, después del parto y dar a luz a un varón, era considerada impura durante siete primeros días, y además debía permanecer 33 días después del parto sin aparecer en público, ni presumiblemente tocar nada que estaba consagrado a Dios. La Virgen María cumplió exactamente con todas estas ordenanzas, permaneciendo en casa; negándose a si misma y sin participar de las cosas sagradas.
Al llegar el día de su purificación, o sea a los cuarenta días después de nacido el Niño Jesús, María acompañada de José. Se dirigieron al templo, pero también llevando al Niño Jesús para su presentación; porque cada niño primogénito debía ser ofrendado al Señor. También fueron a sacrificar un par de tórtolas o dos palomitas, lo que demuestra que María y José eran pobres.
Una vez en el templo, otro acontecimiento ocurre. María, José y el Niño Jesús se consiguen a Simeón y a Anna la profetisa. Simeón, un devoto judío a quién el Espíritu Santo le había prometido que no moriría hasta haber visto al Salvador, tomó a Jesús en sus brazos y recitando el cántico “Nunc Dimittis” (Ahora, Señor, puedes dejar…), conocido también como el “Cántico de Simeón”; dijo así:
-
«Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel» (Lucas 2:29-32).
Luego, Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: «Este niño será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el corazón» (Lucas 2:34-35). Así, Simeón anticipaba la crucifixión y los dolores de María al ver la muerte de su Hijo.
Por eso hoy celebramos la fiesta de la Presentación del Señor, a cuarenta días del nacimiento de Jesús. Esta fiesta también se conoce como el día de las Velas, ya que la bendición y procesión de las velas se incluye en la liturgia de hoy.
Imagen de: aquí.