Lectura(s) de hoy: Hechos 1:15-17, 20-26, 1 Juan 4:11-16, Juan 17:11-19
«Lecturas del Domingo»
PRIMERA LECTURA
Uno de aquellos días, Pedro tomó la palabra en medio de los discípulos —había allí como ciento veinte personas—, y les dijo:
«Hermanos, era necesario que se cumpliera la Escritura, pues el Espíritu Santo había anunciado por boca de David lo que hizo Judas; este hombre, que guió a los que prendieron a Jesús, era uno de nuestro grupo y había sido llamado a compartir nuestro ministerio común.
Esto estaba escrito en el libro de los Salmos: Que su morada quede desierta y que nadie habite en ella. Y también está escrito: Que otro ocupe su cargo. Tenemos, pues, que escoger a un hombre de entre los que anduvieron con nosotros durante todo el tiempo en que el Señor Jesús actuó en medio de nosotros, desde el bautismo de Juan hasta el día en que fue llevado de nuestro lado. Uno de ellos deberá ser, junto con nosotros, testigo de su resurrección».
Presentaron a dos: a José, llamado Barsabás, por sobrenombre Justo, y a Matías. Entonces oraron así: «Tú, Señor, conoces el corazón de todos. Múestranos a cuál de los dos has elegido para ocupar este cargo y recibir este ministerio y apostolado del que Judas se retiró para ir al lugar que le correspondía».
Echaron a suertes entre ellos y le tocó a Matías, que fue agregado a los once apóstoles.
SEGUNDA LECTURA
Queridos, si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos mutuamente.
A Dios no lo ha visto nadie jamás; pero si nos amamos unos a otros, Dios está entre nosotros y su amor ha llegado a su plenitud en nosotros.
Y ¿cómo sabemos que permanecemos en Dios y él en nosotros? Porque nos ha comunicado su Espíritu.
Pero también hemos visto nosotros y declaramos que el Padre envió a su Hijo como Salvador del mundo. Quien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, Dios permanece en él y él en Dios.
Por nuestra parte, hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es amor: el que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
EVANGELIO
Yo ya no estoy más en el mundo, pero ellos se quedan en el mundo, mientras yo vuelvo a ti. Padre Santo, guárdalos en ese Nombre tuyo que a mí me diste, para que sean uno como nosotros.
Cuando estaba con ellos, yo los cuidaba en tu Nombre, pues tú me los habías encomendado, y ninguno de ellos se perdió, excepto el que llevaba en sí la perdición, pues en esto había de cumplirse la Escritura. Pero ahora que voy a ti, y estando todavía en el mundo digo estas cosas para que tengan en ellos la plenitud de mi alegría.
Yo les he dado tu mensaje y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. No te pido que los saques del mundo, sino que los defiendas del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.
Conságralos mediante la verdad: tu palabra es verdad. Así como tú me has enviado al mundo, así yo también los envío al mundo; por ellos ofrezco el sacrificio, para que también ellos sean consagrados en la verdad.
Rezar: Padre Nuestro, Ave María y Gloria.
Para las oraciones hacer clic aquí.