En estos días me encontraba en un hospital, como sabemos los que nos ha tocado esperar por un familiar, es un lugar donde pasamos largas horas y lo que hacemos mientras esperamos, es escuchar y observar. En eso, cerca se sentaron dos señoras, una joven y otra un poco mayor. Hablaban en un tono fácil de escuchar. La señora le contaba a la más joven sobre una pareja que tuvo un nuevo bebé, dos días antes de Nochebuena y que por complicaciones menores lo tuvieron que dejar en el hospital. Cuando lo hacía le decía: “¿No me puedo imaginar lo que debe ser eso, en esta época de navidad?”. La más joven le contestó: “¡Lastima, una familia que va a tener un bebé en esta época de Navidad debería sentir una doble felicidad y no sentir esta angustia!”
Este acontecimiento, me hizo pensar sobre cómo hubiese sido una complicación similar con el nacimiento del Niño Jesús. En el que José y María después de un largo viaje, llegaron de noche a Belén, un pequeño pueblo, donde no consiguieron posada digna; solamente un pequeño establo… José asistiendo a María en el parto y con todo tipo de carencias… También me hizo tener presente que Dios quiso que su hijo naciera en esas condiciones, o sea José y María no protestaron la situación, pero dejaron a Dios actuar en su misión.
La conclusión que llegué es que debemos aprender a dejar a Dios que interprete su papel, porque para mi entender todas las cosas suceden porque tienen una misión que cumplir.
¡Ha! – siguiendo el cuento de la señora, me enteré que el bebé regresó a su casa sano y feliz después de seis días en cuidados especiales. Mamá, papá, hermano y bebé están todos felices.
“La vida tiene muchas pruebas y obstáculos que el cristiano debe superar, muchas de ellas nos parecen titánicas, muy grandes o incluso imposibles. Esto se debe a que no estamos preparados, no nos hemos entrenado en la sabiduría divina y no utilizamos el poder de su Palabra para superarlas.”
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